Llega un nuevo año recién nacido. Mira de soslayo desde su inocencia la mujer que es Ángela Cienfuegos mudando su piel. Pocas cosas son capaces de alterarla ya, quizá sólo algunos versos escritos hace tiempo que envejecerán tan cerca de ella como su propio equilibrio. Las palabras siguen siendo la pendiente fácil donde dejarse caer, el juego de columpios donde las ilusiones se mecen, porque quizá lo importante sea seguir fluctuando en la tozudez de elevar un andamio a la tarde sin la presión de las cuerdas que le atan a un todavía. A Ángela le pesan los años, le pesan tanto como van pasando los días de paso que ella ordena fuera de los calendarios sin aroma, que indulgentes, aterrizan sin previo aviso fuera de su primigenia ternura. Ángela Cienfuegos mira, sigue mirando… y se mece en el confín de su cuarto anaranjado.
martes, 15 de enero de 2008
jueves, 4 de octubre de 2007
Despoblada
La soledad de Ángela Cienfuegos llega con su preludio sin nota. Ella se sienta a esperarla con los labios pintados, con los eclipses que hoy cantan más alto en las cuerdas vocales que filtran todo aquello que le sobra. Llega con su último beso de escarcha, con todos los amaneceres que ahora bailan el vals de los difuntos en las cloacas de una acera sin cristal… y Ángela Cienfuegos se cuelga de su cuerda esquizofrénica, de sus hilos de frente marchita que la escondan de ese tiempo que nunca fue un soldadito de plomo, un perfume de palabras de plata. Ángela probó el veneno de vivir detrás de un espejo pero la noche la despertó con su grito oblicuo a la espalda: mejor dar un golpe de estado y vivir en la locura de no volverse loca…
martes, 25 de septiembre de 2007
Aprendiz de sirena
Ángela Cienfuegos es una superviviente de ese mar que se abotonó al cuello. Abrazó las olas con un remo y nadó sobre el fondo de unos ojos que apenas al mirarlos se escapaban. Cada uno de sus sentidos taladró la apnea de respirar sobre la flor más alta, más abisal del aprendiz de lo eterno donde solamente las miradas hablan en los suelos resbaladizos del placton que habita.
Sobrevive Ángela Cienfuegos a la soledad de sus trapos mojados, a la inocencia de no ser tan inocente cuando el ángel de la guarda se evapora, cuando las preguntas que se hace sólo responden lluvia, lluvia y más lluvia… Y amanece otra vez Ángela con sus puntos cardinales a media voz, a media asta, con el sur a cuestas sobre el remo que boga hasta su propio fondo, hasta la propia sabiduría de saber que ella quizá sólo sea un punto más, un punto prolongable y finito en el baile de las sirenas que fondean el mar y los sueños que antes de nacer acaban.
domingo, 9 de septiembre de 2007
Con todo el mar adentro
Nunca pudo Ángela Cienfuegos abstraerse de ese sonido mágico del mar. Su mirada se tiñe de azul, transparente, ruge como las olas en su líquida marea. Se vuelve navegante sin timón y deja que la inercia eyaculé en la cresta interior de su península. No importa entonces que los lagos se estrechen… en su fondo siempre quedan los depósitos salinos que una vez arrastraron los mares. Rotula Ángela un dique que retenga ese agua que a veces se evapora en la salinidad de las lágrimas que húmedas pelearon sueños… entonces se adentra en su botella de naufrago para parirse de nuevo. Femenina de temporal, se emborrachará Ángela de la sed del partido vaso que zozobra y liquidará todo el excremento del lamento que ahogaron las palabras dormidas… todos callan: está pasando el mar por su pecho.... Silencio.
viernes, 7 de septiembre de 2007
El zapato de Ángela
Echa un vistazo. Ángela Cienfuegos siente la vida como un zapato de cordones, un zapato cerrado sobre grandes ligaduras donde la escasez es tan escasa, tan incomprensible... Los pies se mueven, cambian de sitio, pero no avanza ni un centímetro entre sus dedos de puntiagudo quiebro. Es suela del suelo Ángela, suela sin tacón que se despluma en cada curvatura donde se desata la subsistencia de absorber todos los golpes, las ampollas que perdieron la dureza de los contrafuertes, el talón que ya casi no sujeta el pie. Y ahora el cielo se cae entre las hormas de los puntos cardinales que nunca se adaptaron a sus pasos, y Ángela se descalza… se descalza sobre el rincón de los cordones que, maltrechos, nunca fueron lazos de raso entre los caminos mudos que hoy hicieron caer aún más el cielo.
miércoles, 29 de agosto de 2007
Las voces mudas
Se empapa Ángela Cienfuegos de la virginidad de aquellos libros sin garganta, de la mudez del habla de unos pechos de papel, de las añejas historias que quizá son barbecho de tenues soledades fugitivas, babas diseminadas de un querer gritar sobre un oído que escuche. Recostada sobre la pared Ángela se abandona a las letras, a la tenue luz de la lámpara que mira, al estribo desencajado de la silla donde se apilan sueño y tiempo, vidas empolvadas en la orilla de su misma vida, costado de aurora que a veces sobrevive a la mañana ocupando el lugar de una muñeca de trapo con sandalias nuevas.
domingo, 5 de agosto de 2007
El oscuro miedo de la noche
Se aproximan los timbales. Ángela Cienfuegos se enraíza a las manos blancas que no tienen cara, sólo la percusión acompasada y grave que repercute en sus tímpanos con secos golpes que dificultan la respiración. La sultana noche llega con sus gritos primitivos, guerrera como siempre… y Ángela no sabe de contrapuntos ni partituras por eso se revuelve en su grito desesperado…!No puedo respirar, no puedo¡… Respira, si puedes, respira… le dice una voz a su lado. Está negro, muy negro… tiene miedo. ¡Si puedes!… Ángela resiste el asedio, comprime sus manos sobre la manta intentando liberarse como un pedal percutido. De repente suena una voz afinada que canta una especie de nana a lo lejos… Ángela Cienfuegos empieza a difuminarse en una placenta, empieza a latir plácidamente su corazón de cuatro cavidades absorbiendo el cordón umbilical que la devuelva a la mañana.
jueves, 12 de julio de 2007
SHIATSU
Suenan las campanillas. Relax… relax… Ángela Cienfuegos escucha a lo lejos el sonido del mar rompiendo contra las rocas mientras unos dedos ajenos presionan cada uno de los meridianos de su cuerpo. Se vincula a cada una de sus redes: la interior la seduce, la exterior le habla. Ángela libera sus músculos, realinea sus segmentos corporales abriendo cada vértice a su respiración acompasada. El mar sigue trotando al fondo…remonta hasta su antiguo origen… Ángela Cienfuegos casi toca el cielo… un árbol nuevo va creciendo en el fondo de su pecho... gérmen sabio de una dinastía oriental. Ángela ya no escucha las campanillas ni el rompeolas del mar... el sonido de una gaviota a lo lejos le hace volver de su somnoliento letargo.
martes, 10 de julio de 2007
Derechos de amor
Ángela Cienfuegos es furia iracunda tras unas letras calientes. Clavada hasta la médula de medias mentiras se disfraza de ficción, finge que los baúles no se llenan de polvo y resucitan sobre las viejas canciones de agua. Ángela prefiere no pensar… teme tanto a la noche!… ella siempre machaca sus sienes, las desmiembra sobre las heridas que hincan sus pies la ebria soledad donde se marchita. Así Ángela Cienfuegos archiva sus pupilas en la tierra donde no yace el olvido y arrienda su testamento noctámbulo a los sueños que, sin albacea, los derechos de amor no caducan.
sábado, 7 de julio de 2007
Desde la luna
Ángela Cienfuegos sube a su luna de espuma. Es ángel inalcanzable cuando se sienta en la punta cóncava de su ángulo desnudo… sus ojos resbalan por todos los horizontes del mundo equivocado, por todos los olvidos que yerran omitiendo las distancias y caen en cloacas donde ya no caben más besos… y Ángela a punto de rendirse vacila… pronto amanecerá de nuevo con ese olor a colonia de saldo… y el nudo de la garganta sigue atravesándola.
jueves, 5 de julio de 2007
Sin salida
Ángela Cienfuegos levanta la ventana abisal de un cine mudo. Se embebe de una historia artificial y prestada, butaca que la sube al cielo, que la infiltra en esa ficción que una vez fue sala de piel y carne, visión propia y única de bailarina en bambalinas sin cámara oculta que pazca ausencias…. sonido de garganta muda y telón que vomita la verdad proscrita cuando desaparecen los colores tras su jaula sin salida.
lunes, 2 de julio de 2007
Ángela visual
Ángela Cienfuegos se esconde tras el suspiro de los árboles que desafinan su melodía. No puede engancharse a la vida sobre los rincones del tiempo que ronca… Ángela se catapulta sobre un colchón de brebajes amnésicos… el sol sigue escondido cuando despierta y las nubes son carbón macerado. Ángela Cienfuegos vive en la costumbre sin labios… en la túnica mariposa del desvelo sumergido que azota las calles sin rumbo.
El escalón de la amnesia
Ángela Cienfuegos baja la escalera de su iceberg. Cierra los ojos y una voz cercana la va dirigiendo hasta llegar a la base dónde se oculta el último escalón, el doble parto de nacer de rodillas y tocar la claridad de su espacio. En algunos doblamientos hay nombres que toca cuando golpean la puerta… Ángela se resbala con sus propias lágrimas… es niña que no quiere asomarse al viejo vaivén de su párvula ventana.
Los ojos de la otra Ángela
Ángela Cienfuegos se mira en los ojos de quien no sabe mirarla y parpadea sobre las cenizas del amanecer en calcetines. Sabe que el aire que respira no es suyo, que las bocanadas que puede robar son colgajos que les sobran a las impuras terminales de algunas almas que también quisieron aspirar. El alba siempre regresa azufrado por esas manos que una vez fueron leyes sin sombrero, sin llave. Pero el cielo se exilia de su cuerpo... es lata de cerveza que se tira después de agotarse... resaca de la loca del ozono que quiere saltar las olas del mar y desconchar las perlas debajo de una almohada que llora con lágrimas saladas.
Vuela Ángela Cienfuegos
Ángela Cienfuegos se viste de pájaro. Volar desde su nido a los lugares remotos es uno de sus hábitos favoritos. Cuelga sus grandes ojos grises irisados sobre la nuca y salta a la calle con su aleteo eufórico, con sus manos alas que precipitan su impulso sobre las nubes en un balanceo instantáneo... deprisa, deprisa, abajo, arriba, abajo… su corazón palpita... Vuela Ángela Cienfuegos… vuela… y se come el aire fresco a bocados, pan recién cocido. Vuela alto al compás de su bajito canto... La sonrisa de Ángela se despliega como un arco iris en mitad de la tarde... es un pichón cosmopolita.
domingo, 1 de julio de 2007
Las estrellas de Ángela
Ángela Cienfuegos nunca fue a la guardería. Crece entre cuadrúpedos, yerbajos y las candilejas de las noches que, a veces, encienden el brillo del río donde se bañan las estrellas con las que conversa. Ángela las ve, y se tira al agua intentando cogerlas… las roza con sus manos pero siempre se resbalan... juego donde ella tiene que pillar las luciérnagas acuáticas después de cerrar los ojos y contar hasta diez. Cuando piensa que la estrella más pequeña es suya, la candileja de la noche se apaga y desaparecen todas, una ola enorme se las lleva en sus redes. Ángela Cienfuegos sale del agua mojada y sudada de tanto correr.
Fuego y mujer
Embriona de huevo nace Ángela
Ángela Cienfuegos nació una noche en la que el cielo estaba enfadado. Negras nubes oscurecían la noche que ya era negra. Truenos y relámpagos confabulaban en un batallar insistente, atronador, voces que gemían desde muy lejos.
Ángela Cienfuegos nunca supo quiénes fueron sus padres. Embriona de un enorme huevo que pastó en el bosque de una densa arboleda de abedules ya nació peleando. Se movía como si bailara un vals al son de la tormenta. Sentía el frío, mucho frío. Ninguna mano estaba cerca de ella para, en ese caldo gordo donde sólo se puede parir a medias, la amparase. Un rayo alcanzó al huevo y lo partió. Ángela sonrió y dijo - ¡hola!, pero no había nadie para contestar.
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