miércoles, 29 de agosto de 2007

Las voces mudas


Se empapa Ángela Cienfuegos de la virginidad de aquellos libros sin garganta, de la mudez del habla de unos pechos de papel, de las añejas historias que quizá son barbecho de tenues soledades fugitivas, babas diseminadas de un querer gritar sobre un oído que escuche. Recostada sobre la pared Ángela se abandona a las letras, a la tenue luz de la lámpara que mira, al estribo desencajado de la silla donde se apilan sueño y tiempo, vidas empolvadas en la orilla de su misma vida, costado de aurora que a veces sobrevive a la mañana ocupando el lugar de una muñeca de trapo con sandalias nuevas.

domingo, 5 de agosto de 2007

El oscuro miedo de la noche



Se aproximan los timbales. Ángela Cienfuegos se enraíza a las manos blancas que no tienen cara, sólo la percusión acompasada y grave que repercute en sus tímpanos con secos golpes que dificultan la respiración. La sultana noche llega con sus gritos primitivos, guerrera como siempre… y Ángela no sabe de contrapuntos ni partituras por eso se revuelve en su grito desesperado…!No puedo respirar, no puedo¡… Respira, si puedes, respira… le dice una voz a su lado. Está negro, muy negro… tiene miedo. ¡Si puedes!… Ángela resiste el asedio, comprime sus manos sobre la manta intentando liberarse como un pedal percutido. De repente suena una voz afinada que canta una especie de nana a lo lejos… Ángela Cienfuegos empieza a difuminarse en una placenta, empieza a latir plácidamente su corazón de cuatro cavidades absorbiendo el cordón umbilical que la devuelva a la mañana.