jueves, 4 de octubre de 2007

Despoblada


La soledad de Ángela Cienfuegos llega con su preludio sin nota. Ella se sienta a esperarla con los labios pintados, con los eclipses que hoy cantan más alto en las cuerdas vocales que filtran todo aquello que le sobra. Llega con su último beso de escarcha, con todos los amaneceres que ahora bailan el vals de los difuntos en las cloacas de una acera sin cristal… y Ángela Cienfuegos se cuelga de su cuerda esquizofrénica, de sus hilos de frente marchita que la escondan de ese tiempo que nunca fue un soldadito de plomo, un perfume de palabras de plata. Ángela probó el veneno de vivir detrás de un espejo pero la noche la despertó con su grito oblicuo a la espalda: mejor dar un golpe de estado y vivir en la locura de no volverse loca…