martes, 25 de septiembre de 2007

Aprendiz de sirena


Ángela Cienfuegos es una superviviente de ese mar que se abotonó al cuello. Abrazó las olas con un remo y nadó sobre el fondo de unos ojos que apenas al mirarlos se escapaban. Cada uno de sus sentidos taladró la apnea de respirar sobre la flor más alta, más abisal del aprendiz de lo eterno donde solamente las miradas hablan en los suelos resbaladizos del placton que habita.
Sobrevive Ángela Cienfuegos a la soledad de sus trapos mojados, a la inocencia de no ser tan inocente cuando el ángel de la guarda se evapora, cuando las preguntas que se hace sólo responden lluvia, lluvia y más lluvia… Y amanece otra vez Ángela con sus puntos cardinales a media voz, a media asta, con el sur a cuestas sobre el remo que boga hasta su propio fondo, hasta la propia sabiduría de saber que ella quizá sólo sea un punto más, un punto prolongable y finito en el baile de las sirenas que fondean el mar y los sueños que antes de nacer acaban.

domingo, 9 de septiembre de 2007

Con todo el mar adentro



Nunca pudo Ángela Cienfuegos abstraerse de ese sonido mágico del mar. Su mirada se tiñe de azul, transparente, ruge como las olas en su líquida marea. Se vuelve navegante sin timón y deja que la inercia eyaculé en la cresta interior de su península. No importa entonces que los lagos se estrechen… en su fondo siempre quedan los depósitos salinos que una vez arrastraron los mares. Rotula Ángela un dique que retenga ese agua que a veces se evapora en la salinidad de las lágrimas que húmedas pelearon sueños… entonces se adentra en su botella de naufrago para parirse de nuevo. Femenina de temporal, se emborrachará Ángela de la sed del partido vaso que zozobra y liquidará todo el excremento del lamento que ahogaron las palabras dormidas… todos callan: está pasando el mar por su pecho.... Silencio.

viernes, 7 de septiembre de 2007

El zapato de Ángela


Echa un vistazo. Ángela Cienfuegos siente la vida como un zapato de cordones, un zapato cerrado sobre grandes ligaduras donde la escasez es tan escasa, tan incomprensible... Los pies se mueven, cambian de sitio, pero no avanza ni un centímetro entre sus dedos de puntiagudo quiebro. Es suela del suelo Ángela, suela sin tacón que se despluma en cada curvatura donde se desata la subsistencia de absorber todos los golpes, las ampollas que perdieron la dureza de los contrafuertes, el talón que ya casi no sujeta el pie. Y ahora el cielo se cae entre las hormas de los puntos cardinales que nunca se adaptaron a sus pasos, y Ángela se descalza… se descalza sobre el rincón de los cordones que, maltrechos, nunca fueron lazos de raso entre los caminos mudos que hoy hicieron caer aún más el cielo.