Se aproximan los timbales. Ángela Cienfuegos se enraíza a las manos blancas que no tienen cara, sólo la percusión acompasada y grave que repercute en sus tímpanos con secos golpes que dificultan la respiración. La sultana noche llega con sus gritos primitivos, guerrera como siempre… y Ángela no sabe de contrapuntos ni partituras por eso se revuelve en su grito desesperado…!No puedo respirar, no puedo¡… Respira, si puedes, respira… le dice una voz a su lado. Está negro, muy negro… tiene miedo. ¡Si puedes!… Ángela resiste el asedio, comprime sus manos sobre la manta intentando liberarse como un pedal percutido. De repente suena una voz afinada que canta una especie de nana a lo lejos… Ángela Cienfuegos empieza a difuminarse en una placenta, empieza a latir plácidamente su corazón de cuatro cavidades absorbiendo el cordón umbilical que la devuelva a la mañana.
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1 comentario:
La noche no es más que un pequeño deceso, un ángulo muerto en la mirada que busca siempre la luz. La respiración se nos encoje y nos vuelve distantes y ajenos en la noche, pero no prolonga mucho sus asedios, tan sólo el tiempo preciso para abastecer al corazón de cuadrafonía.
Y tú tienes el valor a cuestas de lidiarla cada final del día, y dejarle una marca en el oscuro pecho.
Un besote, Ángela.
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