Llega un nuevo año recién nacido. Mira de soslayo desde su inocencia la mujer que es Ángela Cienfuegos mudando su piel. Pocas cosas son capaces de alterarla ya, quizá sólo algunos versos escritos hace tiempo que envejecerán tan cerca de ella como su propio equilibrio. Las palabras siguen siendo la pendiente fácil donde dejarse caer, el juego de columpios donde las ilusiones se mecen, porque quizá lo importante sea seguir fluctuando en la tozudez de elevar un andamio a la tarde sin la presión de las cuerdas que le atan a un todavía. A Ángela le pesan los años, le pesan tanto como van pasando los días de paso que ella ordena fuera de los calendarios sin aroma, que indulgentes, aterrizan sin previo aviso fuera de su primigenia ternura. Ángela Cienfuegos mira, sigue mirando… y se mece en el confín de su cuarto anaranjado.
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1 comentario:
Querida Paloma... ahora sí estoy en tu "casita" Voy a poner el link en mi blog... me encanta el nombre que has elegido para tu blog.
Cuidate mucho.
Un abrazo.
Laura.
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